Qué bien poder decir que he recuperado el entusiasmo por las lecturas, tras el bloqueo lector que sufrí en marzo. Nada me angustia y me entristece más que no poder concentrarme leyendo, pasando páginas sin entender el sentido del texto. Pero este mes, afortunadamente, me ha ocurrido todo lo contrario: no he podido parar de leer. Y esto ha sido gracias a los cuatro libros que he escogido, totalmente distintos, pero que he devorado, disfrutado y celebrado con entusiasmo.
Els avantatges de ser un marginat, de Stephen Chbosky
El Master de Formación del Profesorado está a punto de terminar, y con él las lecturas juveniles para comentar en clase. “Las brujas”, de Roal Dahl; “El libro del verano”, de Tove Jansson; y “La isla de la calle de los pájaros”, de Uri Orlev son algunos de los títulos que he leído durante este año académico, y “Las ventajas de ser un marginado“, de Stephen Chbosky, ha sido el último.
En esta historia, Chbosky nos habla de Charlie, un chico tímido, introvertido e inseguro que acaba de empezar el instituto. A través de sus cartas, íntimas, rompedoras y divertidas, el autor nos sumerge en su mundo adolescente y nos permite conocerle de cerca: el suicidio de su mejor amigo, el inicio de una nueva etapa académica, la muerte de su tía más querida, su nuevo grupo de amigos peculiares y las relaciones con los de casa le hacen escribir todo lo que siente a un destinatario desconocido.
Aunque no he entendido la relación entre el título y el argumento de la historia, he disfrutado mucho leyendo las cartas de Charlie. Ha sido como un viaje al pasado en diferido, un retorno a la Aina adolescente, a aquella época gris, de indefiniciones e incomodidad existencial. Y pienso que ojalá, cuando tenía quince años, hubiera podido leer esta historia 💚
Les veus de Marràqueix, de Elias Canetti
Siempre he querido viajar a Marraquech. Cruzar Jamaa El Fna en cualquier hora del día, detenerme a chafardear en todas sus paradas; visitar los Jardines Majorelle y sus paredes azul eléctrico; perderme por la Mallah, el barrio judío de la ciudad marroquina, y espiar el interior de las casas casi herméticas.
Por esto, no es de extrañar que me llamara la atención la reedición de “Las veus de Marràqueix” que ha lanzado este año la editorial Flaneur. Este título recoge los recuerdos y las impresiones de Elias Canetti, escritor en lengua alemana y galardonado con el Premio Nobel de Literatura, durante su viaje a la capital de Marruecos.
Lo he leído sin prisa, imaginando todas las historias de Canetti como si fuese yo misma la que pisaba las calles llenas de polvo de la ciudad: las historias de los ciegos, de los camellos, de las noches cosmopolitas, de las azoteas y de las mujeres misteriosas solo han conseguido hacer crecer mi fascinación por este rincón del mundo.
Cauterio, de Lucía Lijtmaer
Antiguamente, los cauterios se utilizaban para quemar o destruir tejido orgánico gracias a su acción cáustica, corrosiva o por efecto del fuego, pero también podían representar un proceso curativo. Y es con estos dos significados con los que juega la autora, Lucía Lijtmaer, a lo largo de esta novela.
Una novela donde se entrelazan dos historias: la de Deborah, creyente y acomodada, que llegará en barco a las Américas huyendo de su vida en el Londres del siglo XVII; y la de una mujer del siglo XXI que supera una ruptura abandonando Barcelona en pleno agosto.
Dos vidas que trascurren aparentemente inconexas en momentos históricos distintos. Dos mujeres que huyen del dolor para sobrevivir y que se rebelan contra los roles de género contemporáneos, haciendo su propio proceso de cauterización.
No había oído hablar de Cauterior hasta que salió elegido como lectura del mes de abril en #ElClubBovary, pero se ha convertido en una de las mejores lecturas del año. Rebuscada pero fácil de leer, ágil y detallista, es imposible parar una vez se ha empezado.
Matar un rossinyol, de Harper Lee
Uno de mis objetivos lectores el 2022, tal y como confesé en el primer episodio del año de Conspiració Literària, era leer más clásicos. En esta lista de títulos emblemáticos y con un poco de solera, se incluía “Matar a un ruiseñor”, considerada la mejor novela del siglo XX por los libreros norteamericanos.
Había oído hablar de la novela, la había visto referenciada en otros libros e incluso había estado tentada de ver la versión cinematográfica algún viernes por la noche. Pero no fue hasta que la encontré en la librería La Trenca, en Andorra, cuando me convencí de que era el momento de abordarla.
Y, a pesar de haber tardado algunos meses más en dar el paso, finalmente puedo entender por qué es el libro favorito de tantas conocidas y amigas.
Harper Lee hace un retrato completo y peculiar de la sociedad americana de la época posterior al Crack del 1929, un momento de crisis económica y de incertidumbre. Y lo hace a través de la mirada inocente de Scout, una niña poco convencional del condado de Maycomb, en el estado de Alabama. Scout es hija del respetado abogado Atticus Finch y pasa las tardes de verano jugando en el vecindario con su hermano mayor, Jem.
Su historia, que empieza como unas tiernas memorias de infancia, acaba siendo un relato sobre el racismo que todavía tenía lugar, en los años treinta, en los antiguos Estados Confederados de América. Una discriminación racial contra la cual Atticus Finch luchará para seguir sus principios y dar una lección de humanidad y valor a sus hijos.
Pero, más allá de la cuestión racial, en la obra de Harper Lee se abordan otras problemáticas, como por ejemplo los roles de género que la sociedad americana conservadora imponía a las chicas. Algunos roles de los cuales, desgraciadamente, todavía siguen vigentes en la actualidad.
Por eso, leer el retrato social de “Matar a un ruiseñor” es también una forma original y curiosa de reflexionar sobre la sociedad universal de hoy.
¿Y en mayo?
El listón lector está muy alto, tras estas cuatro maravillosas lecturas de abril. Tengo algunos títulos pendientes, especialmente de literatura de viajes para un capítulo de Conspiració Literària que estamos preparando y que me hace mucha ilusión. Pero también algunos de más académicos, que debo leer para el trabajo y que no me apetecen tanto.
A pesar de las obligaciones lectoras, espero que en el mes de mayo ¡mi ritmo de lectura no decaiga!
Aina,