Podría haber sido un agosto más, pero la verdad es que el del 2019 fue un momento especialmente duro para mi. Dejé Barcelona a principios de mes angustiada, triste, llena de miedo y con mi vida y mi estabilidad colgando de un hilo, para poner rumbo con mis padres a un verano en Hautes-Pyrénées, en Francia.
Recorrimos la eterna A2 hasta Lleida y empezamos a subir por las curvas de Binéfar, Monzón, Barbastro, más arriba de Aínsa, hasta cruzar la frontera por el túnel de Bielsa. La zona de los Altos Pirineos, frecuentada en invierno por esquiadores que se deslizan suavemente por las pendientes de Saint-Lary y en verano por infatigables ciclistas que se extenúan subiendo el Tourmalet, debía convertirse en un oasis de paz y reflexión para mí.
Pero desde la ventana del coche, sentada detrás como cuando era pequeña, solo podía cerrar los ojos para no ver el fuerte sol de montaña, el verde intenso y puro del paisaje, y todas las curvas que todavía estaban por venir.
Nos alojamos en el pequeño Cadéac en una casa fría, húmeda y llena de telarañas. El pueblo estaba desierto, lo que todavía daba un aire más desalentador a las vacaciones. Para más inri, al cabo de pocas horas todo quedó escondido bajo una niebla densa y llorona, que lo cubrió todo con un eterno rocío hasta el día que nos fuimos.
A pesar de mis pocos ánimos, debo reconocer que hay algo que me gusta y que disfruté especialmente de este verano en Hautes-Pyrénées: los mercados de agricultores franceses. En la mayoría de pueblos, e incluso en ciudades pequeñas, un día a la semana se congregan los payeses, a veces alrededor del edificio del mercado o en la plaza mayor, para vender hortalizas y otros productos locales. Me parece una fiesta poder descubrir quesos autóctonos, fruta recién recogida u hortalizas poco comunes en Barcelona. Algo que, sin duda, me alegra el día.
Bagnères-de-Bigorre: mercado, música y food trucks
Esto es precisamente lo que ocurre los sábados por la mañana en Bagnères-deBigorre, un pueblo francés famoso por sus termas. Las calles alrededor del mercado permanente se llenan de puestos de queso, embutido y hortalizas frescas a un precio asequible. Nosotros encontramos albaricoques, melocotones, acelgas rojas, calabacines amarillos y rabanitos picantes.
Dimos vueltas por todos los puestos, llenando el cesto poco a poco, comprando cada producto a un agricultor diferente. El bullicio fue como un chute de energía, aunque no me animé lo suficiente como para probar suerte con mi francés (nivel très très beginner). Al salir de la zona del mercado, las calles se volvían tranquilas y bonitas, agradables para pasear observando sus postigos de madera pintados de colores diferentes.
Después de llenar el cesto y merodear por las calles adyacentes al mercado, nos acercamos a la pizzeria Il Capitello, uno de los pocos restaurantes del pueblo donde hay opciones vegetarianas. Es un local pequeño y familiar donde amasan las pizzas de forma artesanal y las hornean en un horno de leña, situado junto a la entrada. Aunque no era la comida típica de la zona, me alegró encontrar fácilmente un restaurante donde hubiera opciones para las preferencias de todos.
- Recomendado en el mercado:
- Llegar pronto, pues el mercado termina a las 12:30 y el mejor género está a primera hora.
- Llevar tu propio cesto y tus bolsas reusables porque no encontrarás bolsas de plástico en los puestos de hortalizas. Los locales utilizan unos recipientes de plástico dónde colocan los productos antes que el tendero los pese y les cobre. Incluso en caso de comprar ciruelas o fresas en caja de plástico, puedes pedirles que te las pongan en tu bolsa de tela.
- En verano, hay una zona con food trucks y música en directo para tomar un respiro y picar algo. Allí ofrecen pizzas recién hechas, bocadillos de falafel y algo de vino.
- Recomendado en Il Capitello:
- Pizza aux antipasti, con pimientos y alcachofas marinadas, tomates asados con albahaca y mozzarella, por 12,50€.
- Cerca de:
- Abbaye Cistercienne de l’Escaladieu: una antigua abadía fundada alrededor del 1140. En su interior se realizan exposiciones, como la de fotografías del Pirineo y su gente (agosto, 2019).
- Château de Mauvezin: un castillo medieval restaurado donde se celebran ferias temáticas.
- Cómo llegar: En coche, no hay conexión en transporte público.
Al llegar al apartamento, para entrar en calor y sentirnos un poco como en casa, mi madre preparó un estofado de acelgas rojas y alubias con los productos que habíamos comprado esa mañana. Y si hubiésemos tenido leña, seguro que hubiésemos encendido la chimenea.
Arreau: llenar el cesto bajo la lluvia
Los jueves es el turno de Arreau, una pequeña ciudad en la confluencia de los ríos Aure y Louron. Su feria de productores tiene el centro neurálgico en la plaza porticada del ayuntamiento-mercado, un edificio anaranjado con los tejados de pizarra. Arreau era el mercado local más cercano a nuestro alojamiento y también me pareció uno de los más completos en cuanto a oferta.
Además de puestos de fruta y verdura, embutidos, huevos y carne, en el mercado de Arreau también encontramos productores locales de lana ecológica, bisutería artesanal y productos naturales como los jabones de Savons des Hadets, certificados con el sello de Slow Cosmétique.
En el mercado compramos calabazas boneteras, acelgas, cebollas y remolachas, así como fruta de temporada. Además aprovechamos para probar quesos locales elaborados con leche cruda de cabra y oveja.
- Recomendado en el mercado:
- Llegar pronto, solo encontrarás productores por la mañana.
- Llevar tu propio cesto y tus bolsas reusables.
- Aprovechar para comprar productos locales como souvenirs.
- No te pierdas los panes de Le Pain en Aure.
- Cerca de:
- Lago de Genós-Loudenvielle: aprovechamos para realizar una ruta por el camino alrededor de este lago (chemin du lac), de menos de una hora de recorrido, y apreciar las diferentes vistas de este pequeño valle. Si el cielo está despejado, es posible ver los paracaidistas bajar des de las colinas.
- Balnéa: una tarde de lluvia nos refugiamos en este balneario con piscinas exteriores a 40 grados. Perfecto para relajarse viendo las montañas mientras la tormenta te moja la cara.
- Cómo llegar: En coche, no hay conexión en transporte público.
Otros planes en los Altos Pirineos
Tarba: una tarde de compras en la ciudad
Después de algunos días aislados, decidimos reunirnos de nuevo con la civilización paseando una mañana por Tarba (o Tarbes en francés). La capital del departamento de los Altos Pirineos, con poco más de 50.000 habitantes, tiene un centro lleno de tiendas en las que curiosear. Por desgracia, la visitamos un lunes por la mañana, cuando todos los comercios estaban cerrados. Allí recordamos que en muchas ciudades francesas las tiendas no abren hasta primera hora de la tarde del lunes.
Desesperados por comer algo caliente y por encontrar un restaurante con opciones vegetarianas, acabamos en You Sushi, un restaurante de inspiración japonesa comprometido con la producción local. Nos atrajo que en su carta ofrecieran trucha de los Pirineos criada éticamente, en vez del salmón importado de Escocia que sirven en el resto de restaurantes. Aunque no fue una de mis mejores experiencias gastronómicas en Francia, el Poke Bowl de ese lunes nublado me supo a gloria.
Campan: el pueblo de los mounaques
Recorrimos la carretera que atraviesa el pueblo de Campan más de una vez antes de decidir detenernos. Nos quedamos boquiabierto viendo los mounaques colocados en sus balcones y jardines, observándonos atentamente con sus sonrisas inexpresivas y sus miradas fijamente perdidas. Y es que de julio a septiembre este pequeño pueblo se llena de muñecos de trapo y heno hechos para recordar los “chivaris“, las antiguas protestas contra aquellos que querían casarse con alguien que no residía en el pueblo. La tradición se recuperó en 1990, aunque sin los abucheos, y desde entonces se ha convertido en un reclamo turístico para esta localidad.
Y, por sorpresa, en este pequeño rincón del país comimos de maravilla. Cerca del río Adur encontramos el Bar de L’Adour, un pequeño local con una terraza exterior donde pudimos disfrutas del tímido sol de mediodía. Aunque su plato por excelencia es el fish&chips, debido a las raíces británicas de la propietaria, el local cuenta con una opción vegetariana deliciosa: falafel, ensalada de bulgur y garbanzos, gajos de patatas asadas, hummus, salsa de yogur, ensalada verde y melón de Canaloupe.
Saint-Lary-Soulan: dónde comprar souvenirs dulces
Situado en una de las zonas de esquí más grandes de los Pirineos, este pequeño pueblo alcanza su máxima popularidad en época de esquí. Lo visitamos un par de tardes para tomar un helado y dar un paseo tranquilo. Sus calles huelen a crepes, aunque el dulce más típico de la zona es el gâteau à la broche o “pastel al espetón”. La peculiaridad de este postre no está en el sabor, sino en el método de preparación, pues se cocina en un asador. En La Maison du Gâteau à la Broche (en la Place de la Mairie) podrás ver una demostración en directo que, aunque muy didáctica, no convierte el dulce en apetitoso.
Todo en un mapa
En este mapa encontrarás todos los puntos de interés de este viaje: ciudades, restaurantes, balnearios y otros puntos para visitar.
Ojalá volver pronto
Quizás por mi estado emocional, por los pocos ánimos o por las ganas de volver a Barcelona que tenía en aquellos días, no disfruté mucho de aquellos días en Francia. Ojalá volver pronto para comprar en los mercados, pasear por las callejuelas y despertar en medio del silencio y la niebla de Cadéac.
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